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¿Por qué los psicólogos no podemos hacer huelga?

E. Barrull, 2000

 

El derecho de huelga permite a todo colectivo de nuestra sociedad hacer frente a situaciones críticas que pueden lesionar sus intereses de forma importante. Este es un derecho fundamental y no ha sido fácil lograrlo.

Hoy en día, es habitual leer en los periódicos que tal o cual colectivo ha decidido hacer huelga. Transportistas, médicos, funcionarios, maestros, ferroviarios, comerciantes, mineros, taxistas, estudiantes, pilotos de aviación, policías, etc., son sólo algunos ejemplos.

Lo curioso, para mí que soy psicólogo, es percatarme de que el colectivo de psicólogos nunca hemos hecho una sola huelga. Aunque parezca increíble, a primera vista, lo cierto es que nunca un colectivo de psicólogos ha utilizado su derecho a la huelga para defender sus intereses, es decir, nunca hemos presionado a la sociedad con la amenaza de cesar nuestra prestación de servicios.

¿Qué explicación puede tener este hecho? Una primera explicación sería que los psicólogos no hemos tenido motivos para declararnos en huelga hasta el momento. Es decir, que no nos hemos visto amenazados por ninguna situación contraria a nuestros intereses. No obstante, es muy extraño que un colectivo de la sociedad goce de tanta suerte, que en ninguna ocasión haya sentido peligrar su espacio social y laboral. Las múltiples ingerencias y disputas entre colectivos hacen inevitable que, tarde o temprano, todo colectivo se tenga que enfrentar a una situación crítica.

Además, los psicólogos no somos, precisamente, un colectivo "bien instalado" en la sociedad, todo lo contrario. Tenemos muchas dificultades para encontrar un puesto de trabajo, o para captar el interés del público hacia nuestros servicios. Es decir, motivos no nos faltan a los psicólogos para reclamar mejores oportunidades.

Entonces, si motivos no nos faltan, ¿Por qué no hacemos nunca huelga? La respuesta, aunque parezca difícil de creer, es porque no podemos. Hay razones de peso que nos impiden ejercer nuestro legítimo derecho a la huelga.

El derecho a la huelga se basa en el principio de necesidad. Cuando un colectivo es necesario para la sociedad, tiene en sus manos una herramienta de presión (poder) sobre la sociedad: la huelga. Huelga significa cesar en la prestación de un servicio y, si tal servicio es necesario para la sociedad, esta se resiente. El resultado es la movilización de fuerzas dentro de la sociedad que reclaman la restitución del servicio. Incluso, cuando los servicios prestados son extremadamente esenciales para la sociedad, se articulan mecanismos de protección, los llamados "servicios mínimos", que impidan el colapso social.

Así, cuando los médicos hacen huelga, la sociedad se alarma ante la situación. La falta de los servicios médicos durante un corto periodo de tiempo puede tener consecuencias muy graves para muchas personas. Lo mismo ocurre con los transportistas, los basureros, la policía, los comerciantes, etc. En definitiva, la fuerza de un colectivo depende de la importancia que tiene su servicio para la sociedad.

Si los psicólogos hiciéramos huelga, ¿qué perjuicio ocasionaríamos a la sociedad? ¿quién reclamaría la necesidad de nuestros servicios? Es muy triste, pero la respuesta es que casi nadie. Si los psicólogos hiciéramos huelga, la sociedad seguiría funcionando igual, no se ocasionarían problemas en ningún sitio, casi nadie se vería perjudicado de forma importante.

El cese de actividad de los psicólogos que ejercen su profesión en hospitales, en escuelas, en asistencia social o en gabinetes privados no tendría consecuencias importantes en el funcionamiento de dichas instituciones o en la salud de las personas que reciben atención psicológica.

Los padres no se pondrían nerviosos ante la ausencia del psicólogo escolar, los familiares y enfermos no se alarmarían por la ausencia del psicólogo en el hospital, y muchos pacientes incluso se sentirían aliviados por no tener que acudir a la consulta del psicólogo. Y, sobretodo, la sociedad en general no experimentaría ningún temor o perjuicio por la falta de servicios psicológicos.

Es decir, la huelga no nos otorga ningún poder sobre la sociedad, de ahí que no tenga ningún sentido recurrir a ella. No haríamos más que hacer el ridículo.

Estos hechos demuestran claramente, fehacientemente, que los servicios prestados por los psicólogos son de dudosa calificación y necesidad. ¿Realmente estamos prestando un servicio a la sociedad? Los hechos parecen indicar que no, que, a pesar de nuestra buena voluntad, no somos capaces de ofrecer soluciones reales y efectivas a las demandas de la sociedad.

Ya sé que muchos colegas se enfadarán conmigo, pero, el hecho es que no podemos hacer huelga, que nadie reclamará nuestra vuelta a la actividad. Y esto, aunque nos disguste en lo más profundo, sólo ocurre cuando aquello que creemos ofrecer no sirve a la sociedad, no le es útil y necesario. 

El motivo de esta reflexión no es otro que reclamar la atención de los psicólogos ante la grave situación en la que nos encontramos, estimularles para que abandonen la autocomplacencia y la autocompasión.

No nos engañemos más, no echemos las culpas al estado y a la sociedad. No nos sigamos creyendo que sabemos mucho y que podemos ofrecer grandes servicios a la sociedad, no es verdad. La sociedad nos tolera, no sin una buena dosis de amor y paciencia, pero no necesita lo que hasta ahora somos capaces de ofrecerle.

Quiero decir que, para que se me entienda, la sociedad necesita psicólogos, sin ninguna duda, pero no tal y como somos ahora. La sociedad necesita que, algún día, los psicólogos seamos capaces de aportar soluciones efectivas a muchos de los problemas que afectan a la salud humana. Mientras este día no llegue, la sociedad tolerará nuestra presencia, estimulará nuestra investigación (o debería), pero no nos necesita.

Y este estado de cosas sólo lo podemos cambiar nosotros mismos, restableciendo la crítica a nuestra formación y a nuestra actividad. Poniendo en tela de juicio tantas teorías desgastadas y demostradamente inútiles. Fomentando la formación e investigación como primera tarea de todo psicólogo. Exigiendo y promoviendo una verdadera formación científica. Y, sobretodo, sin engañarnos en cuanto a nuestra verdadera situación.

Quizás, algún día, no demasiado lejano espero, los psicólogos del futuro puedan verdaderamente hacer valer su derecho a la huelga. Yo estoy casi seguro que no lo veré.

 

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Última actualización:
22/03/06